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martes, 23 de agosto de 2011

Fin del ciclo Khaddafi en Libia

Tras 42 años en el poder los rebeldes cercan al coronel Khaddafi, que sigue en paradero desconocido. Algunos focos gubernamentales siguen resistiendo, y el complejo de Bab al Aziziya, sede del gobierno y residencia del dictador, no ha sido tomado. La comunidad internacional reconoce al Consejo de Transición. Baja el precio del petroleo y suben las bolsas.

Finalmente, los rebeldes libios entraron en Trípoli, alcanzando el último bastión donde el régimen autocrático del coronel Muhammar el Khaddafi se había atrincherado para resistir el alzamiento popular desencadenado en la mitad oriental del país.
Desmintiendo los análisis que le adjudicaban anarquía y desorganización, las tropas que responden al Consejo Nacional de Transición (CNT) con sede en Bengazi, confluyeron ordenadamente sobre la capital desde sus enclaves de Misrata y Slitan, y tomaron prácticamente toda la ciudad en pocas horas.
La huída de altos funcionarios del gobierno hacia Egipto y Túnez, así como la detención de los hijos del mandatario (entre ellos, y en una situación aún confusa, su hijo Saif al Islam, heredero y segunda personalidad del sistema), demuestran que el ataque de los rebeldes, tanto en su estrategia como en la contundencia de la fuerza, tomó por sorpresa al régimen.
También fue sorpresiva la receptividad de la población tripolitana, que salió espontáneamente a recibir, con aplausos y muestran de adhesión, la entrada de las columnas rebeldes.
Rápidamente se instaló un clima festivo cuando, en el avance hacia el centro de la ciudad, a las columnas de soldados irregulares se iban agregando grupos de civiles; y se pudieron ver imágenes ya recurrentes en la “primavera árabe” instalada desde principios de año en los países del Magreb y de Oriente Medio: como en Túnez y en El Cairo –también antes en Bagdad, con la caída de Saddam Hussein- la gente iba arrancando los grandes carteles y las fotos con que Muhammar el Khaddafi incentivó el culto a su persona durante las cuatro décadas por las que se extendió su régimen, pisoteándolas y prendiéndoles fuego.
En la medianoche del domingo, las columnas arribaron finalmente a la Plaza Verde, el epicentro político de Trípoli y donde se concentraban las movilizaciones oficialistas en apoyo al gobierno.
Precisamente, la televisión pública emitía videos grabados de concentraciones de apoyo a Khaddafi, en los mismos momentos que una multitud tomaba la explanada para celebrar su caída. La televisión aún intentó la transmisión de un mensaje grabado del mandatario, en el que llamaba a los libios a la resistencia, y convocaba “a todas las tribus” a defender a la ciudad capital de la “agresión imperialista”; “volverá el colonialismo británico”, se le escuchó decir, pero la señal se cortó y el mensaje no se reanudó luego. Los edificios de la TV libia quedaron vacíos, y sólo fue posible seguir el desarrollo de los acontecimientos a través de la señal de la cadena qatarí Al Jazeera.
Mustafá Abdeljalil, máximo dirigente del CNT, dio por caído al gobierno y pidió a los rebeldes que “no tomen la justicia por su mano”, apelando a un mensaje de calma ante la posibilidad de desbordes y matanzas.
La gran incógnita, a últimas horas de ayer, era la ubicación de la persona del coronel Khaddafi, cuyo paradero sigue desconocido. Los principales líderes internacionales, así como el secretario general de la ONU, pidieron públicamente que renuncie y entregue el poder, para no hundir más el enfrentamiento civil en un baño de sangre.
En su última aparición pública, el vocero del gobierno afirmó que había cerca de 2.000 muertos y más de 5.000 heridos.
¿Dónde está?  
Ya nadie, ni dentro ni fuera de Libia, albergaba dudas de que el poder había dejado de estar en las manos de Muhammar el Khaddafi, y había pasado a los rebeldes del CNT.
Pero todos, también, dan por sentado que hasta que no aparezca Khaddafi en persona la victoria no habrá sido tal, y que si su ausencia se prolonga, también puede dar lugar a un complicado –e inclusive sanguinario- período de desgaste. El líder libio repitió durante los últimos tiempos que él no se entregará ni se rendirá ni saldrá del país, y las hipótesis anoche eran múltiples.
El Departamento de Estado sostiene que sigue estando en algún lugar del complejo presidencial de Bab al Aziziya, y que intentará posiblemente reunificar a los elementos militares aun leales para resistir. También se barajaba la posibilidad de que se hubiere recluido en su tribu, los Khaddafas, en el desierto de Sirte. O asilado en Argelia o en Sudáfrica. Incluso se especulaba con que podría haber sido recibido en Caracas.
Sólo una cosa es segura: sin la entrega del coronel, la guerra en Libia no habrá terminado.
Primeros pasos  
La hipótesis más favorable a la población civil libia es la de una transición rápida y ordenada.
Las declaraciones del jefe del CNT desde Bengazi, Mustafá Abdeljalil, van en esa dirección: llamó a la calma, a no agredir al entorno más próximo al ex dictador, y a no destruir edificios públicos en Trípoli.
Resta ver si las masas rebeldes, después de siete meses de combates, y recibidas con aplausos y muestras de adhesión por la población de la capital, obedecerá esas llamadas a la mesura. Luego, y suponiendo que Muhammar el Khaddafi aparezca pronto, el CNT debe organizar una transición que institucionalice el levantamiento social.
Ya ha dictado una Declaración Constitucional para gobernar los primeros ocho meses, durante los cuales una Asamblea republicana convocará a elecciones democráticas –que se desarrollarán bajo supervisión de la ONU- en un plazo de medio año, para elegir diputados a una convención nacional constituyente que redactará una Carta Magna.
Lo más probable es que termine surgiendo un Estado musulmán moderado. Turquía, también para los libios, es un fuerte ejemplo.

Fuente: Wordpress